El tío Camarita murió cuando yo era pequeña, aunque conservo su imagen tan clara y nítida que me sorprende - ¡Qué selectiva es la memoria! -
Tenía, seguro, una demencia con afectación frontal y desinhibición total de sus impulsos sexuales.
Se tocaba el pene constantemente, a cualquier hora, en cualquier momento, sin importarle la gente cercana, ni la edad de los asombrados ojos que le contemplaban. Como los míos.
Ninguna traba para sus desahogos.
A nadie le importaba demasiado.
El tío Camarita, era viejo y chocheaba.
Nadie se planteó llevarlo al médico, ni sospechar que tuviera una enfermedad o necesitara medicación.
Era viejo y se tocaba.
Era viejo y chocheaba.
A otros les da por otras cosas.
Es lo que tiene la vejez.
Hoy día, el tío Camarita, escandalizaría a su entorno. Le llevarían a médicos y especialistas en tal o cual. Psiquiatras, geriatras, neurólogos, psicólogos y todos los "ologos" posibles.
Estaría en una residencia alejada de su hogar.
Tomaría una veintena de pastillas, con nombres rimbombantes y colores caprichosos, que le quitarían las ganas de tocarse.
Le atarían las manos si la medicación no fuera suficiente.
Ningún ojo asombrado vería sus maniobras.
Como los míos.
Hoy día no hubiera conocido al tío Camarita.
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