Es hora de enfrentarme a ella, de aprobar la asignatura, la asignatura pendiente… Miento, es más que eso.
Es una promesa. Una obligación. Un juramento. Además, una promesa hecha ante el lecho de muerte. Sin testigos. Sin palabras.
Y eso, compromete.
Con las asignaturas pendientes uno puede vivir, negociar, demorar, hasta obviarlas…que nunca hablaré inglés, que nunca tocaré el piano, que nunca terminaré la tesis, que nunca…
Pero una promesa… te persigue, te acorrala, te señala. Sin saber cuándo, sin saber cómo, te levantas una mañana, te acuestas una noche, estás de fiesta o trabajando… y vuelve, vuelve, una y otra vez, a pesar de los años, a pesar de los cambios.
La promesa queda enclavada en tu centro neuronal. Y te agarra.
Me sorprende la caprichosa selectividad del cerebro. Olvidarás cosas importantes, anécdotas que creíste marcadas a fuego en tus recuerdos, nombres de amigos, lugares visitados, enfermedades, signos, fórmulas, fechas que memorizaste hasta el aburrimiento… las olvidarás. Sin quererlo. Sin buscarlo. Se perderán como lágrimas en la lluvia. Tampoco podrás evitar evocar determinados olores, sabores, colores, los más pequeños e insignificantes detalles de situaciones banales que periódicamente regurgitan tus neuronas sin motivo aparente. Que periódicamente vomitan la promesa que hiciste ante el lecho de muerte de… Carmen.
Tengo confuso ese periodo de mi vida. Bueno, toda mi vida es confusa en mis recuerdos.
Me imagino joven, en la primavera de mi profesión, recién incorporada a la plaza, rebosando conocimientos y sabiduría, con el engreimiento de la juventud, con la osadía de la ignorancia, repleta de brotes verdes pujando por explotar, violines de Vivaldi resonando en mi cabeza, ansiosa de actuar, de organizar, de mandar, sobre todo MANDAR, como sólo los médicos sabemos hacerlo. -¡No hagas, no comas, no fumes, no bebas…no jodas!-
Palabras como incertidumbre, fracaso, muerte… no estaban en mi vademécum.
Venías poco a la consulta, algún problema banal, quizás un catarro, leves dolencias que no requerían más que un justificante. Ni siquiera una baja laboral. No te lo podías permitir. Bastante tenías con faltar a tu trabajo para cumplir con tus revisiones hospitalarias. Tan joven, tan guapa, parecía increíble que te hubieran operado de un cáncer de ovario unos años antes. Tres hijos, tres churumbeles preciosos que llevabas a todas partes. Separada y con hijos, ¡tres hijos !
¡TRES!
La mayor una niña preciosa con tus mismos ojos morunos, los otros dos, varones, el pequeño reclamaba continuamente tus brazos, tus besos, tus mimos.
Tres hijos, mujer, separada, cáncer… Duro siempre, en tu caso titánico.
Estabas contenta, animada, llevabas ya un tiempo con una pareja sentimental que parecía buen padre, buen compañero, parecía…
Te veo entrar en la consulta, con tu melena morena que tanto cuidabas, tus ojos grandes, asombrados, tu voz fuerte y quebrada de fumadora, tus vaqueros ajustados…
Estabas cansada, excesivamente cansada, los niños, el trabajo…dormías mal, comías poco, perdías peso…por eso destacaba más el voluminoso abdomen que te obligaba a desabrochar el botón del pantalón -como si estuviera embarazada- decías, tu color de piel ahora cetrina.
El inevitable ingreso para demostrar lo inevitable, para confirmar la traición de un insidioso tumor que creímos controlado, dominado, con la prepotencia de nuestra ciencia, la soberbia de nuestra sabiduría.
-Alguna célula doctora - comentaba tu madre cuando venía a recoger los partes de baja - Nos han dicho que alguna célula se debió escapar en la cirugía… y sale ahora. Y ¿cómo se explica eso de la célula?, si todo estaba bien, si los análisis estaban perfectos… si nos dijeron que estaba curado…
¿Cómo explicar a una madre que su hija se muere porque una célula traviesa se escapó de nuestro control divino?
Muerte absurda.
Una célula que se escapa, un bichito que se cae al suelo y se mata, un rayo que te atrapa, un panel de señalización que te cae encima en la autopista, un tsunami que te arrolla…un talibán que te corta el cuello, muerte absurda, muerte ridícula, muerte a destiempo.
Me viene a la memoria la vida de Kafka, dos de sus hermanos murieron de niños, de sarampión y de otitis. Muertes inocentes, prematuras, a traición. Después nacieron sus dos hermanas, resistieron a las enfermedades infantiles, pero no a los campos de exterminio nazis… ¡Qué ironía!
La muerte tiene diez mil puertas distintas, escribe John Webster en 1612. Vaya usted a saber cuál se nos abrirá para darle paso…
¿Cómo explicar a una madre después de tantos desvelos, de tantas noches en blanco, tantos sinsabores, dificultades, contrariedades, privaciones…que una célula se escapa, se escapa caprichosamente y se lleva una vida?
Nadie viene a recoger los partes de confirmación, nadie coge el teléfono. Te imagino operada, o tal vez sin pelo, sin ese hermoso pelo negro y largo que con tanto esmero cuidabas.
Viernes a última hora, como todo lo importante, como toda urgencia… una angustiosa llamada telefónica. Tu madre. Estás en casa - Le han dado el alta doctora, no pudieron operar…abrir y cerrar … abrir y cerrar - entre sollozos entrecortados - no creo que llegue al lunes -
Abrir y cerrar, diabólica frase que recorre los pasillos de hospitales, las salas de espera quirúrgicas, los corrillos de los tanatorios, que se dice en voz baja - abrir y cerrar- que se entiende, sin necesidad de explicación, de concreción, y confirman la sentencia de muerte, que abren la puerta ignorada…
Viernes a última hora, muerte absurda, muerte a destiempo, muerte prematura.
Me acerco a tu casa. Tu madre, muy azorada, me abre la puerta, me da un abrazo, me susurra al oído palabras atropelladas e inteligibles que comprendo perfectamente.
Entro con miedo.La habitación en penumbra. Me cuesta ubicarme. Me han enseñado mucho en la facultad de medicina para aplazar la muerte, pero en enfrentarme a ella, cuando es inevitable, inaplazable, inexorable… soy una ignorante…
Repaso mentalmente fármacos, dosis, síntomas molestos sobre los que actuar, controlar, mandar… tímidamente me acerco a tu cama, me siento en el borde, la colcha se ajusta y realza tu abdomen abombado, me retiro con torpeza, temo dañarte. Me das la mano, tu mano amarillo-limón. Me pides que no me mueva. Aclaro mi garganta, carraspeo varias veces, pero la sequedad de mi boca no me permite hablar.
Tiemblo al leer el informe que me ha entregado tu madre al entrar, tampoco las lágrimas que empañan mis ojos me permiten concentrarme en su lectura, te pido permiso para explorarte. Tu pelo enmarañado, embrollado, liado sobre la almohada. Tus ojos morunos inmersos en un mar amarillo, tu piel… toco tu voluminoso abdomen, duro, pétreo… la reciente cicatriz que atraviesa tu vientre, cerrada apresuradamente y sin esmero - abrir y cerrar- pienso, la puñetera célula que se escapó… Aprieto tu mano con fuerza.
Silencio.
- Me muero - susurras - Me muero.
Silencio.
-Me gustaría contarte mi vida. ¿Tienes tiempo? Es viernes y…
-Sí, señalo con la cabeza. Todo el tiempo del mundo, pienso para mis adentros.
-Me muero, ¿sabes? Me muero y no me importa. ¡Mierda de vida!
Intento tragar una saliva que no tengo, balbucear una palabra que no encuentro… ¿Puede a alguien no importarle la muerte? ¿No importarle SU muerte?
-Me casé muy joven, joven e ignorante, para salir de mi casa y perder de vista a mi padre. Maldito hijo de puta. Bebedor, borracho, malo… nos maltrató, nos fastidió la vida a mi madre y a mí. Cuando venía borracho, que era siempre, era un suplicio. Deseaba su muerte… en cuanto pude me casé para salir de ese infierno. Y mira tú, mi marido fue peor…salí de Málaga y me metí en Malagón. Más borracho y maltratador que mi padre. Ni que lo hubiera buscado adrede… Vinieron los niños, aguanté lo que pude pero finalmente me separé, aunque todavía sigue dándome por culo y fastidiándome todo lo que puede. Parece que el alcohol les conserva. Mi madre también se separó. Lástima que tardara tanto…que tardáramos tanto. Es tan corta la vida, tan corta y tan llena de mierda…
Lo he pasado mal, mi padre, mi marido… intentando mantener al margen a mis hijos de semejantes gilipollas, pero ya ves…el mediano se ha ido a vivir con él…con su padre, aunque nunca les ha importado ni les ha hecho caso…
He tenido que soportar los trabajos más ingratos y limpiar la mierda de los demás para poder tener independencia económica y que no me quitaran a mis hijos, pasar por un cáncer…y ahora que finalmente parecía que empezaba a respirar… Encontré una pareja que me hacía feliz, no bebía, me trataba bien, parecía distinto, parecía... Fue ingresar en el hospital, cuando se enteró que el cáncer estaba descontrolado y no había nada que hacer…ha desaparecido, DE-SA-PA-RE-CI-DO . ¿Qué te parece?. Vino a casa, recogió sus cosas y ni se despidió…se lo ha tragado la tierra. ¡Maldito cobarde!
Silencio.
-Me muero y no me importa, parece que la vida no quiere ser benévola conmigo, no quiere darme una oportunidad, y estoy cansada de sufrir. ¡Tan cansada! Ni siquiera pienso que le importe a nadie mi muerte. Quizás a mi madre. A ella le toca ahora cuidar a mis hijos. Cuidar a mis hijos como no me cuidó a mí, es la pena que tiene que pagar por no protegerme de los abusos de mi padre, de la brutalidad de mi marido. Si al menos mi sufrimiento sirviera para que ellos encuentren una vida mejor…. Ni siquiera espero que haya nada después de la muerte. Ni creo ni no creo en el más allá, no me importa lo que ocurra, no puede ser peor que lo que tengo aquí…casi estoy contenta con saber que se termina este calvario…
No recuerdo bien la despedida, no recuerdo si lloré, la abracé o las dos cosas, creo que me pidió que cuidara a sus hijos o lo imaginé. Tenía la mente confusa y ocupada, prometiendo que su muerte, muerte absurda, muerte prematura, muerte a destiempo tuviera un sentido. Prometiendo que lo contaría, lo escribiría, para dar sentido a tanto sufrimiento, y que su testimonio no se perdiera en el olvido como lágrimas en la lluvia.
https://www.youtube.com/watch?v=vxobr4A8pSA
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