"Podrías haber no existido, ¿sabes?Podrías haber no existido. Pero has existido."
Cuatro mil semanas. Oliver Burkeman
Camino con Ulises por los campos de Brunete. Es lo bueno que tienen los fines de semana, que podemos pasear sin prisas ni horarios. Tenemos suerte. Hace frío pero luce un sol precioso. Tan precioso como él. -¡Qué feliz cuando suelto su correa y se siente liberado!. Corre veloz, elegante, confiado, dichoso, contento. Sube y baja rampas, resbala y se recoloca en un santiamén, sin quejidos ni remilgos. Desaparece en el horizonte momentáneamente entre los campos de cultivo ahora baldíos, persiguiendo pájaros y hociqueando madrigueras de conejos y topos. Mi corazón se acelera. Es difícil saber que pasa por su cabeza perruna y cuáles son sus intenciones. ¿Vendrá cuando le llame? ¿Olfateará un conejo y me lo traerá entre los dientes?
Tiemblo.
Le veo saltar raudo, despreocupado y de pronto... frena en seco. Me observa y espera, escudriñando mis intenciones, adivinando el sendero que seguiremos.
Su felicidad me alimenta y levanta mi ánimo. - ¡Perroterapia se llama!.
Tengo que tener cuidado de las distancias. Oteo en el horizonte coches de cazadores camuflados y de vez en cuando se oye algún tiro descompasado en la armonía del paisaje. Ulises se asusta y corre a mi lado, como si yo pudiera protegerlo de semejante atrocidad, como si pudiera detener los disparos con mi presencia. Su lengua siempre fuera, ladeada y sus ojos asombrados parecen preguntarme por el origen del estruendo. Entonces le acaricio y le hablo suavemente. Imagino que me entiende, pero él prefiere "un premio" que devora ávidamente y mueve feliz la colita.
No puedo imaginar que nadie ni nada le haga daño. Vienen a mi mente las fotos atroces que a veces veo en la prensa o en animal rescue de animales abandonados, sobre todo galgos desechados cuando termina la temporada de caza - Hasta siempre Esclat .
Mientras corretea, levanta frecuentemente su pata trasera y orina en cada objeto vertical que se encuentra.
- ¡ Vaya manía rara de marcar todo!-
Pero lo que más me sorprende es el lugar que elige para cagar. De pronto se para, olisquea, se contonea y gira nerviosamente sobre sí mismo y... sigue su camino, como si algo le hubiera molestado. Hasta el próximo lugar. Cuando encuentra el sitio apropiado, defeca y me mira con cara de felicidad. La lengua fuera, jadeando. Después espera que recoja sus excrementos y prosigue aliviado su paseo. Me gustaría adivinar el lugar seleccionado cada día, sobre todo las mañanas de diario que vamos con prisas... pero cada cual sabe dónde le aprieta el zapato. Y en estos avatares hay para todos los gustos y caprichos. -¡ Qué se lo digan a Madonna!
Por las mañanas, ya no imagino una ducha sin su presencia. Al principio me turbaba, ahora me tranquiliza, si perdiera el conocimiento de pronto, él avisaría de alguna manera. De vez en cuando se atreve a meter el hocico en la ducha y lame el agua jabonosa. Se espanta si le salpico a la cara. -¡Cobarde!.- Y se esconde debajo del armario.
Nunca imaginé la tranquilidad que me proporciona sentirlo tumbado en la alfombra a los pies de mi cama. Su carita reposando sobre sus patas delanteras. A veces de lado, o en acrobáticas posturas, adoptando escorzos complicados. Su respiración tranquila, su sueño profundo. Difícil comprender cómo al mínimo movimiento o sonido se levanta sin pereza ni atisbo de somnolencia. A la hora que sea, no se enfada en sus despertares prematuros, al contrario, parece feliz de seguirte hasta el baño, hasta la cocina, hasta la calle... me enseña que comienzan 24 horas de posibilidades, de descubrimientos, de ocasiones
-¡Perroterapia !- me digo.
-¡ Ulises, tanto si vivimos como si morimos que podamos hacerlo con los ojos abiertos!
https://www.youtube.com/watch?v=IuUagFR-g1Q
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