Seguimos en pandemia.
Camino de la Hiruela por mi insistencia. En la recámara un viaje programado en setiembre que tuvimos que suspender. Puta pandemia.
Está nublado. Probabilidad del 99% de lluvia.
Puto tiempo.
Me levanto con mis dos cabezas confundidas y mi cuerpo alborotado. Es gracioso, me acuesto siendo una y me levanto siendo otra. Como mis cabezas.
Podría ser interesante para Domingo, despertarse cada día con una sorpresa. Hoy puedo ser Elsa Pataky, mañana Penélope Cruz... pero mi cruz es otra. La mezcla de hoy es "morritos Jagger- duquesa de Alba" con los ojos de Igor en la película El Jovencito Frankenstein y los hechizos de transfiguración de Harry Potter.
No dejará de sorprenderme la delicadeza con la que Domingo me mira sin transmutar ni una sola facción de su cara, se levanta y prepara meticulosamente la jeringa.
-¿qué te pongo?
-El completo, hoy me merezco el completo...
Es malo enfermar con las dos cabezas enfurecidas. La observadora me pide que abrace los cientos de habones dispersos por mi cuerpo como granos de arroz en una paellera y acaricie mi cara tumefacta y deformada. La respondedora me dice que acabe ya con esto, que se nos está yendo de las manos, que hoy dos pinchazos y mañana qué... suerte que es fiesta y no tienes que ir a trabajar.
-Pero voy a la Hiruela.
Pongo en off a las dos alborotadoras e intento disfrutar del paisaje.
La Hiruela nos recibe con la entrada cortada a turismos, el parking lleno y una jodida lluvia fina pero incansable. Entramos al pueblo por un camino de vacas.
Esnifamos el olor a boñiga. En el pueblo más turistas que habitantes. Cola en los bares. Cola en los restaurantes. Puestos de miel y nueces en las calles. También hay cola. Compramos pan. El previsor de Domingo nos salva de pasar hambre, ha preparado fiambre esta mañana. Mis cabezas se han despertado. La observadora opina que mejor volver al coche, que hay mucha gente y riesgo de contagio, que con la lluvia todo el mundo quiere meterse dentro. La respondedora se queja, ella no hace 130 km para no poderse tomar ni una cerveza...
-Tengo cerveza en el coche - responde Domingo, como si las escuchara.
Regresamos al coche por el mismo camino de vacas, cabras y demás animales.
-Bonito pueblo. Volveremos sin pandemia...
-Volveremos...
Con el adormecimiento del calor del coche, el bienestar por el bocata engullido y la paz que permite a mi cuerpo las dos inyecciones matutinas, pienso en un pájaro. Un pájaro especial que me regaló Jose en una visita a domicilio. En sus carpetas de plástico perfectamente ordenados los informes de sus muchos ingresos hospitalarios, sus listas de medicamentos, las revisiones de los múltiples especialistas, Cardio, Medicina Interna, Hematología, Digestivo, Derma , Neuro... su hoja con las constantes/inconstantes que diariamente apunta con una ilegible letra infantil ... Muchos especialistas para un corazón cansado, que ya no soporta ni el camino hasta el Centro de Salud.
Me enseña sus dibujos y me regala el pájaro con su pico rojo y su cuello henchido. Una especie de jilguero que se sujeta con una habilidad inusitada en una pequeña rama.
-¿Pintas de memoria?
-Soy muy observador y miro las cosas hasta que las memorizo para poder pintarlas...
Es un pájaro que vi en Denia, y es una de mis obras preferidas. Estoy muy orgulloso del resultado.
-Gracias Jose. Espero que puedas volver pronto al mediterráneo y pintar más pájaros y flores...
Gracias Jose. Abrazo el dibujo con cuidado de no estropearlo. Espero poder ayudarte en estos momentos difíciles de tu vida. Y claro que tienes "el corazón grande" grande , GRANDE en todos los sentidos. Miro el reverso del cuadro.Su nombre firmado y rubricado. Año 2019.
En el verano, aprovechando la tregua de la pandemia, Jose pudo volver a Denia donde se quedó hasta que su cansado corazón decidió romperse.
Tengo ganas de llegar a casa. Yo también quiero pintar pájaros de barro y echarlos a volar...
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