El mundo está dividido entre los que han pasado COVID y los que lo van a pasar.
Y ya pertenezco al primer grupo.
El diagnóstico no inquieta. Es ya un proceso tan banal que te sientes hasta estúpida y tonta por contagiarte. Ya no perteneces a ninguna ola, ni siquiera sabes si eres omicron, delta, variante brasileña o mostoleña. No te llamarán del Centro de Salud para preguntarte si te fatigas o has perdido el olfato. Hasta la baja laboral se te cuestionará - ¡ Por un catarro, vaya tontería ! -
A nadie le importará que el martes estuviera negociando con la muerte mi patrimonio, con súplicas incluidas por mis "tengo que, tengo que, tengo que". Creo que no le convenció lo de limpiar el sótano. Me ha dado otra oportunidad.
Ulises sube sus patitas a la cama y me mira como si entendiera que estoy malita. Me enternece. Aunque en mi fuero interno sé que sólo le preocupa que no vayamos de paseo.
Apunto en mi agenda que tengo COVID como si ese dato les fuera a interesar a mis generaciones futuras. Hay que dar utilidad a la agenda Mongolia aunque sólo sea por lo que costó. No lo dudes comprarás la del 2023. Maldita sociedad de consumo ¡Qué fácil es comprar desde la comodidad del hogar!
Pilar limpia la casa con mascarilla y con las ventanas abiertas a tope. Ahora lo sé. No moriré de covid. Moriré por congelación.
La Atención Primaria está de huelga y con los ánimos enfebrecidos, y no precisamente por la fiebre que mejora con paracetamol. Quiero salir a las calles y gritar alto y fuerte que estoy harta. Harto ya de estar alto ya me cansé. El puto virus me deja en casa. Sigo las movidas por guasap. Sigo con mi tendencia de perderme lo importante. Sigo cerrando etapas. Sigo enterrando en mi corazón Alma- Ata y su mensaje grabado sobre piedra de Rosetta, Salud para todos en el año 2000. Otro mensaje que se perderá como lágrimas en la lluvia. Blade Runner me debería pagar comisión.
En la próxima limpieza me desprenderé de las Biblias de la Primaria que comban las estanterías.
Adiós Martín Zurro. Nos vemos por las apps.
Diciembre es un mes raro, puentes, navidades, loterías y demás jolgorios, te entra un queséyo -yoquesé que no te decides si estar contenta o tirarte al metro.
Me siento en la obligación de escribir sobre mi Covid. Pero no encuentro nada particular interesante. Ni siquiera he perdido las ganas de comer, ni el olfato, ni el gusto.Puede que las ganas de ir a trabajar ... sí , esas ganas se me han ido. ¿Está incluído en el Sd. post covid ?.
Con la intensidad vivida y sentida de las primeras olas de la pandemia. Con el miedo pegado al cuerpo por la certeza de una muerte próxima. ¡Qué pereza hablar o pensar en la pandemia!.
Me tienta meterme en la cama y arrebujarme en el edredón, taparme la sesera y volver a mi infancia. Me viene a la mente cuando no iba a la escuela por algún motivo y desde el calor y la protección de las mantas, escuchaba a mi madre trastear por la casa. El olor a café recién hecho. El pan con nata y azúcar entonces sin complejos. El ruido adormecedor del agua corriendo por los radiadores y del parquet crujiendo por los pasos de mi madre.
Me devuelve a la realidad la voz profunda de Ángel Carmona que poco tiene que ver con la voz de mi madre. Hoy empieza todo homenajea a Neil Young y los cincuenta años de Harvest. He crecido, vivido, sufrido, amado, madurado y seguro que follado ...con toda la discografía de Neil. El preferido de Paco y Ángel. Le odié cuando dijo que África empezaba en los pirineos o algo similar. Hoy le considero uno de los mejores músicos del mundo. Afortunadamente África comienza en los pirineos...
Las redes sociales me vomitan la realidad. El comité de huelga no llega a ningún acuerdo y estoy de mínimos la próxima semana...
https://www.youtube.com/watch?v=X3IA6pIVank