Cien, noventa y nueve, noventa y ocho... cuento los días que Moha seguirá en esta casa.
¡Eternooooooo!
He decidido contar días que me parecen más volátiles que los meses o las semanas. Los días pasan en un suspiro. Imaginarlo en minutos o segundos me resultaría insoportable.
Me avergüenza no haber empatizado con Moha. Miro su bonita cara de niño, y sólo veo un padre canalla desaparecido y una madre irresponsable que no hace nada por estar pronto con su hijo.
Se me pide responsabilidad de adulta para manejar las emociones, y sólo rabio por el cambio tan dramático en mi vida. No tengo perfil de cuidadora. Soy egoísta. He perdido el control de mi vida. Al menos mi intimidad y sosiego. Domingo por el contrario disfruta enseñando, cocinando, contando historias y acompañándole al fútbol. Sábados pringosos de madrugones indecentes.
Me abruma su desorden, el caos, la ropa tirada, arrugada, lo patoso que es chocando contra todo, su torpeza con la comida, el uso descuidado de las cosas, su mochila pesada y rebosante, la despreocupación que tiene por todas las cosas materiales.
No tiene la culpa- ¿La tiene?- toda la vida en un entorno residencial, donde lo que se rompe se repone y lo que se tira o ensucia "alguien" lo limpia o recoge. Otros dirán que su conflicto interno de emociones, les impide valorar las cosas tangibles, que bastante tienen con lo intangible.
En mi caso, en mi infancia y que arrastro penosamente todavía, cada cosa nueva era venerada, cuidada, mimada y guardada hasta el infinito. Únicas, irrepetibles, irreparables. Como la vida de mis padres. Únicas, irrepetibles, irreparables .. repito como un mantra. Cuido las cosas materiales como me hubiera gustado cuidarles a ellos.
¿Ves? Ya es lunes y faltan 96 días, -¡Un suspiro!- la prima primavera, que diría Gloria Fuertes, ha entrado esta madrugada, y Moha, ayer, nos dio los buenos días al levantarse - ¡Hay esperanza!
Qué importantes son los números.
Isidora me cuenta que gana once de cincuenta. - Bonito título para una marca de bisutería - pienso - si no fuera porque es el pan suyo de cada día, y el de toda su familia...
- Mi marido gana tres billetes más - comenta toda orgullosa. - De los que no aportará nada al hogar, apuntilla mi trastornada mente.
Emilia, también analfabeta ni siquiera sabe lo que le deja su marido. Es la hija la que controla el dinero.
- Seis billetes de cincuenta le pasa mi padre todos los meses, él gana más de 24 doctora, mire qué caradura.
En su vida un billete de cincuenta es más valioso que uno de 100, 200 o incluso de 500 €. Suena mejor once de cincuenta que un billete único por muy púrpura que sea.
Vamos por 86. No queda nada. Y cuántas cosas han sucedido en este corto periodo de tiempo.
Montse sufre su primer desengaño amoroso. No quiere comer. No quiere hablar. No para de llorar. No quiere vivir. Primer amor... !Cómo duele el abandono!.
Bienvenida al mundo real.
Dolores nos dice adiós silenciosamente, tan silenciosa como su vida en los últimos diez años. Unos meses antes murió su perra Lola, de puro vieja. Se interponía entre nosotras cuando exploraba a su dueña. Me miraba con recelo, vigilando que no la hiciera daño. A veces la pisaba sin querer. Gruñía enfadada. Presiento que habían planeado reunirse pronto.
Bienvenida al mundo ideal.